Salamandra nocturna

Salamandra nocturna

sábado, 29 de enero de 2011

Cuentos carnívoros

Título original: Contes carnivores
Autor: Bernard Quiriny
Año de nacimiento: 2008
Diálogos bibliotecarios: Edgar Alan Poe





Pierre Gould eligió como divisa estos dos versos del poeta Norge:

¡No creer sino en las leyendas

y desaprender la vida!




Hay algo en los trenes que invita a la lectura, mucho más que cualquier otro medio de transporte inventado hasta ahora por el hombre. Las líneas de tinta como raíles de ferrocarril atravesando una meseta nevada, el ritmo de las letras traqueteando en la mente. Todo suena a mecanografía, a madera y a intriga, hasta que te sorprende el revisor y de nuevo vuelves a estar en un cutre Regional Express, la madera se transforma en plástico y la Olivetti resulta ser un ejecutivo trajeado escribiendo un email en su portátil.

Pero así como los trenes invitan a la lectura, hay libros que piden tren a gritos. Suelen ser libros de relatos cortos, con elementos inquietantes y un poso exótico de fondo. Cuentos carnivoros rezuma todo esto por los seis lomos.

El título no es ninguna broma, el lector que lo abra lo hará bajo su propia responsabilidad. Los cuentos recogidos en esta colección son voraces antropófagos, con predilección por los tejidos nerviosos, ricos en ácidos grasos saturados de pensamiento. Tras acabar cada capítulo uno siente una extraña sensación de comezón, provocada sin duda por los diminutos dientes de las palabras.

Si finalmente deciden explorar esta selva de raros ejemplares botánicos, encontrarán en ella historias originales que les atraparán como un lazo del diablo. Relatos repletos de bibliografías ficticias, hechos extraños que distorsionan la realidad, dándole ese toque de colores intensos que tiene la materia en putrefacción. Se sentirá como si estuviera degustando un bistec cubierto de moho fluorescente, pero de sabor exquisito. O, tal vez, el que está siendo engullido sea usted...


"No recuerdo cuál de nosotros fue el primero que rompió a reir. El caso es que la risa se nos contagió hasta arrancarnos lágrimas de alegría. Yo fui el primero en desclazarse, quitarse el pantalón y lanzar a correr hacia las olas. Los camaradas me imitaron y corrimos por el petróleo como niños sobre nieve recién caída. Recuerdo la sensación deliciosa de pisar la goma negra y el chapoteo obsceno de mis pasos en la arena. Estupefacta, la gente nos miraba regocijarnos en la pocilga inmunda en que se había transformado el mar, gritando, riéndonos, lanzando al cielo coágulos de petróleo con la loca esperanza de manchar hasta la luna inmaculada"


Una última recomendación, empiece a leer el libro mientras sorbe de una pajita un vaso de zumo de naranja. Delicioso.

¡Zveck!

No hay comentarios:

Publicar un comentario