Salamandra nocturna

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lunes, 17 de enero de 2011

Los libros arden mal

Título original: Os libros arden mal

Autor: Manuel Rivas

Año de nacimiento: 2006

Diálogos bibliotecarios: Los girasoles ciegos.

Sinopsis: A Coruña, tiempo de posguerra. Un boxeador con ideas libertarias, un juez franquista obsesionado por un libro, una lavandera que habla con el río, un niño tartamudo que se convierte en un escritor compulsivo, una mujer que pinta a otras mujeres, un cantante de tangos, un enterrador siempre alegre, un criminólogo con escrúpulos, un matón que es un artista frustrado. Judit.




Este es un libro de silencios. De los dos silencios de los que habla el autor: el silencio cómplice de las cosas amigas, el silencio políglota de los recuerdos, el silencio tierno de las miradas. Y otro silencio, un silencio que nace del Terror, un silencio de lengua de fuego, un silencio de peso de losa, un silencio de epitafio leído en voz baja.

El primer silencio es anónimo y pequeño. El segundo tiene aires de grandeza; cuando nace pronto cubre todos los minutos con su atmósfera opresiva. Y tiene un nombre que proclama callado, en un grito hecho también de silencio. Censura.


Los libros arden mal cuenta la historia de la ciudad de los faros. De unos hombres que tenían destino de luminarias, que habían nacido para brillar, incandescentes de vida, amor y libertad. De cómo les apagaron, uno a uno. De cómo sumieron a un país en la oscuridad perpetua durante cuarenta años.

Un farol llamado Arturo da Silva es hecho añicos contra el suelo. Ahí empieza todo. El tiempo se detiene en ese instante y se rompe también en mil fragmentos, que quedan esparcidos a los pies de los asiesinos como trocitos de espejo, pedazos de vida y de pensamiento. A partir de ahí el autor nos hará mirar a través de cada cristal. Cada uno cuenta una historia, pero todas son la misma. Nuestro trabajo será ir recomponiendo el caleidoscopio, para que, al final, nos demos cuenta de que el faro de Hércules continuó brillando, con llama tenue y valiente cuando todos creían que estaba extinguido.

Et lux in tenebris lucet et tenebrae eam non comprehenderunt


"Esto, las piras de libros, no forma parte de la memoria de la ciudad. Está sucediendo ahora. Así que esto, el arder de los libros, no sucede en un pasado remoto ni a escondidas. Tampoco es una pesadilla de ficción imaginada por un apocalíptico. No es una novela. Por eso el fuego va lento, porque tiene que vencer las resistencias, la impericia de los incendiarios, la falta de costumbre de que ardan los libros. La incredulidad de los ausentes. Bien se ve que la ciudad no tiene memoria de ese humo perezoso y reticente que se mueve en la extrañeza del aire. Incluso tiene que arder lo que no está escrito."


Efectivamente: los libros arden mal. Cuando el fuego intenta quemar un libro, no solo tiene que quemar el papel, el cuero y la tinta. Tiene que conseguir que ardan las palabras, los lectores pasados y futuros, todo un mundo en las entrañas de celulosa.

Cuando leemos se nos pega a la piel un poco de esta incombustibilidad. Con cada página nos hacemos un poco más libro, un poco más libres. Cada tomo nos hace más ignífugos. Cada lectura nos protege ante la quema de los poderosos incendiarios, de los que esparcen las llamas de la oscuridad y la tiniebla. Por eso quieren que nos mantengamos alejados de las bibliotecas.

Porque los libres arden mal.

3 comentarios:

  1. Grande, muy grande el comentario! Me han entrado ganas de leerlo desde luego! Sigue asi

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  2. Porque quieren convertir nuestra sociedad en un montón de patrañas sin sentido, sin cerebro, sin hipocampo, que trabajemos para ellos por y para lo que quieran, que no protestemos que no reivindiquemos y que nos demos por vencidos ante una sociedad, ante un estatus, una economía y una globalización que nos supera, que nos supera en números y en maldad, pero no nos supera en inteligencia ni en afán de libertad =)

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  3. ...Con cada página nos hacemos un poco más libro, un poco más libres...

    :) Preciosa frase.

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