Salamandra nocturna

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miércoles, 24 de agosto de 2011

Walden Dos

Título original: Walden Two
Autor: B.F. Skinner
Año de nacimiento: 1948
Diálogos bibliotecarios: Un mundo feliz




¡Tampoco a mi me gusta el despotismo! No me gusta el despotismo de la ignorancia. No me gusta el despotismo de la omisión, de la irresponsabilidad, ni aun el despotismo de la casualidad. ¡Y no me gusta el despotismo de la democracia!







La historia de las utopías tanto en la literatura como en la historia no es muy halagüeña. En la literatura las utopías escritas en otras épocas nos parecen, desde la perspectiva de la distancia temporal, inocentes, abominables o simplemente superadas ya por la realidad. De ello han aprendido otras obras más recientes, antiutopías célebres como 1984 o Un mundo feliz, que nos quieren advertir sobre los peligros de los ideales de perfección social. Con respecto a la historia, también son célebres los ejemplos de intentos de sociedades utópicas que acabaron disolviéndose o convirtiéndose en despotismos.

Walden Dos es diferente. Es la primera utopía construida sobre bases científicas y experimentales. Explora las posibilidades de la psicología para moldear la conducta humana, hacerla más apta para vivir en una sociedad justa, menos vulnerable a las heridas del alma y con más probabilidades de alcanzar la felicidad.

En Walden Dos todo está planificado para ser beneficioso para la sociedad y el individuo. No existen trabajos inútiles o superfluos, sino solo los necesarios y esto permite reducir drásticamente la jornada laboral. Las horas extras de ocio se emplean en las actividades que cada persona encuentra más edificantes, así como en el simple y llano descanso. La familia, como institución anacrónica que es, pierde progresivamente fuerza, puesto que los niños reciben el amor y la comprensión de toda la comunidad y no solo de un par de padres que bien podrían no ser demasiado adecuados para su crianza. La educación es en gran parte autodidacta y se limita a proporcionar al niño (y al adulto, pues nunca cesa el aprendizaje en Walden Dos) los medios y estímulos necesarios. El sexo y las relaciones personales y amorosas están libres de prejuicios innecesarios para evitar frustraciones, complejos y neurosis. No existe gobierno, más que un cuerpo de personas que se limitan a ser una suerte de técnicos vigilantes del correcto funcionamiento de cada una de sus especialidades. Estos técnicos no pueden estar en su puesto más que un periodo limitado de tiempo y no reciben recompensa mayor a su trabajo que la de cualquier otra persona.

Dicho esto, casi no puedo entender las polémicas y objeciones que la sociedad descrita en el libro suscita tanto a algunos lectores y críticos como a un personaje de la misma novela. Los ciudadanos de Walden Dos no votan, es cierto, pero su ciudad es infinitamente más democrática que cualquiera de las nuestras. El condicionamiento al que son sometidos sus niños parece causar pavor, pero solo en las mentes que no comprenden que todo lo que nos sucede en la vida nos condiciona, que la sociedad en que vivimos nos condiciona continuamente, solo que más burda e ineficazmente, y con fines menos altruistas. La desaparición de la familia puede parecer fría y deshumanizante, pero solo para aquellos que no sean capaces de dar amor a cualquier persona independientemente de los vínculos de sangre que a ella le aten.

En definitiva, mi decisión está clara. Aunque discrepe en algunos pequeños detalles, yo viviría gustosamente en Walden Dos.


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